yo y el universo

Tuesday, May 02, 2006


en este invierno, perdón otoño...seco , algo de ventisca
de Mark Strand...

El próximo tiempo

Nadie lo nota, pero la arquitectura de nuestro tiempo se está convirtiendo en la arquitectura del próximo.
Y el destello
de la luz en el agua nada significa ante los cambios que allí tienen lugar, al igual que nuestra porfía, que nada
significa ante el constante derrumbarse de cosas con el muro Nadie puede detener el flujo, nadie tampoco puede comenzarlo
El tiempo se va, nuestras penas no se convierten en poemas y lo que es invisible así permanece. El deseo se ha ido
dejando sólo el rastro de su perfume en su propio velorio Y mucha gente que amamos se ha ido,
y ninguna voz llega desde el espacio exterior, desde los plieguesde polvo y alfombras de viento para decirnos que esta
es la manera en que tenía que ocurrir, que si sólo supiéramos cuánto habrían de durar las ruinas, no nos quejaríamos.
La perfección está fuera de análisis para gente como nosotros, entonces, ¿por qué perseverar con el mismo viejo ego cuando el paisaje
ha abierto sus brazos y (ha) entregado sus maravillosos santuarios para que vayamos en bandada? Los grandes hoteles del oeste nos esperan,
en algún patio un perro primitivo anhela que pasemos por ahí, y en la elástica superficie de un lago la gente se mece
haciendo señas. La carretera desemboca justo en la puerta, despeguemos entonces antes que se incendie el mundo allá afuera. La vida debería ser más
que el peso del cuerpo desplazándose trabajosamente de un cuarto a otro.Un viraje hacia el bosque nos hará bien, también lo haría un paseo
por las parcelas. Sólo piensa en las gallinas pavoneándose, las vacas olumpiando sus ubres y correteando las moscas con sus colas.
Y uno puede imaginar prismas de luz veraniega rompiendo contra el silente y brumoso sueño del campesino y su esposa.
Podría haber sido otra historia: la que estaba contemplada en vez de la que realmente ocurrió. Vivir así,
con la esperanza de revisar lo que ha sido falso o se presentó ilegible, no era lo que queríamos, creyendo que la historia que estaba prevista
habría sido como un día en el oeste, cuando todo es incansablemente presente: las montañas que arrojan larga sombra
sobre el valle donde el viento canta su canción circular y los árboles responden con seco aplauso de las hojas. Era demasiado simple,
sin duda, y anodino. Porque pronto las hojas ya marchitas caerían, y la nieve que todo anula
hará una almohada del camino para que nos reunamos pala en mano e inclinados limpiemos la acera ¿Qué más podría haber
al final de este día para nosotros sino el deseo que enmienda y recomienza, la compasión del sol mientras desaparece?.

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