fragmento Neruda en la Discotheque
La discoteque estaba en Moscú, Ceilán o Santiago,
Neruda intentaba comprender aquella música,
recordó haber comprado el single Mr. Postman en Londres
y haberlo obsequiado a su joven cartero.
Pero esto era distinto:
pulsiones de neutral marcapasos
o callejeo tecnológico.
Neruda bebía en la barra, observaba,
pensaba en tatuajes de hombres de mar,
en tribus, en extravagantes homosexuales europeos,
en mascarones cuyos senos generosos
parecían agitarse bajo la tormenta
(tal los senos de estas bacantes en el desenfreno de la danza).
Pensaba en carnavales, en tribus,
en aborígenesque usaban aros en lugares impensables,
en pájaros exóticos similares a algunas personas de ese lugar.
Pensaba en "El Viajero" de Baudelaire.
Como con destello de abalorios, la bola giraba.
Neruda no pudo resistir la tentación
y se las arregló para conseguir una de esas esferas
y la puso entre otros mundos y globos terráqueos
en su colección de planetas locos de Isla Negra.
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