alma
El único habitante de todos los encierros
Hay un solo habitante de todos los encierros.
Él padece -arrumado contra la pared- el ruido perpetuo
de las ventanas agitadas por el viento doméstico.
Resiste el chirrido de las puertas de los closets
y su cara refleja el insomnio sempiterno que lo envuelve.
Es el único habitante de las moradas clausuradas,
y a veces lo presiente con pasiva indignación.
De él se saben con certeza escasas averiguaciones.
Señalan que padece una sordera atávica
y que posee una mente que no para de restar.
Agregan, que suele increpar inútilmente al silencio
que deshace su cuerpo y que sus quejas se escuchan
como bisagras oxidadas.
matias rivas
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